Mucho se habla y se sabe sobre las maravillas naturales, las amistades nuevas, el descubrimiento que del patrimonio cultural y de las tradiciones se realiza en las diferentes opciones que ofrece el camino de Santiago. Sin embargo, no es menos interesante ni importante el recorrido que los peregrinos tienen a nivel consciente, mental o espiritual.

La experiencia interna del Camino de Santiago es capaz de cambiar a la persona que lo vive, cada cual siempre a su modo. Ya sea por la magia astral del camino, por la historia que guarda en cada rincón o por el reto que implican las largas horas de caminata en soledad y en silencio, es una realidad ampliamente compartida por los peregrinos.

Tiempo para la reflexión y la charla con uno mismo

La velocidad de los días, las preocupaciones cotidianas, las relaciones sociales, laborales y familiares a los que de continuo hay que enfrentarse van creando sombras que se mantienen ocultas, alejadas, esperando el momento de resurgir y enfrentar a su creador. El Camino de Santiago se presenta como un entorno privilegiado para dar luz a toda esa oscuridad.

Vienen a la memoria las palabras del escritor y filósofo Adolfo Bioy Casares cuando recitaba aquello de “Quien charla solo espera hablar a Dios algún día”. En el camino, las conversaciones con esa otra persona que siempre va con uno mismo se prodigan, salen a relucir momentos incómodos que se escondieron en la memoria, que produjeron incertidumbre, que llevaron a cometer errores, sentir vergüenza, tomar malas decisiones… y en esas discusiones, durante los pasos por los caminos de piedra, de tierra o asfalto, no son pocos los que llegan a una mayor comprensión de su realidad, de su presente, pasado y futuro, firmando la paz con el yo interior, perdonándose todo lo que, por distintos motivos, no han tenido tiempo de solucionar.

La conexión espiritual

Otros utilizan este recorrido para desconectar de la tecnología y del estrés cotidiano para fortalecer los lazos con sus creencias espirituales, ya sea tomando el concepto tradicional religioso que tenían estos caminos, ya sea en un sentido más amplio de conexión con la vida, con la naturaleza, con la realidad misma. La contemplación silenciosa, el tiempo que toma su justa medida, el milagro de la vida y de la materia se aprecia mucho mejor cuando lo mundano, lo habitual se coloca, al menos durante un tiempo, en una posición secundaria.

La superación personal

No son pocos los que se toman este viaje como un reto físico. No se puede negar que el Camino de Santiago es un desafío en cuanto a la propuesta física, con dificultades que retan la resistencia cada día. Superar ese cansancio, el dolor muscular, los callos en los pies y las adversidades que el camino presenta, ofrece una gran satisfacción personal que acompañará al peregrino por el resto de su vida, aumentando la confianza en sí mismo y en su capacidad de resiliencia.

La comunidad humana

Por último, en este recorrido interior que permite el Camino de Santiago, también se presentan oportunidades de hacer amigos, de conocer a otros peregrinos y realizar parte del camino en compañía. Son momentos en los que se establece un vínculo de apoyo emocional y físico con personas que no se conocen, completamente distintas entre sí. Oportunidades únicas para conversaciones con personas de otras partes del mundo, cada cual con su propia intención, pero que servirá para enriquecer la experiencia creando comunidad.