Pese al auge de las renovables, el petróleo continúa siendo una de las fuentes de energía más importantes para la actividad humana. Además, también resulta una materia prima esencial para la obtención de todo tipo de derivados, desde fertilizantes a tejidos sintéticos. Por ello, la evolución de su precio repercute en toda la cadena de la economía global, afectando eso sí de manera distinta a los países productores que los exportan con respecto a los que carecen de este recurso, y han de acudir a los mercados internacionales para abastecerse del hidrocarburo.
De ahí que cualquier oscilación abrupta en los índices de referencia para su cotización, como el del petróleo Brent, pueda influir en el IPC, en el crecimiento económico, el empleo y la estabilidad financiera.
Los países productores, agrupados en organizaciones como la OPEC, tratan de consensuar la cantidad de barriles que se lanzan al mercado, con la vista puesta siempre en modular sus precios de acuerdo a sus intereses.
Una prueba de hasta qué punto el precio del petróleo supone un termómetro de la actividad económica lo pudimos apreciar durante la paralización económica global que se produjo a partir de marzo de 2020 por los motivos que todos sabemos.
De hecho, se llegó a suscitar una situación insólita cuando los precios del petróleo en West Texas Intermediate (WTI, un índice para las transacciones en Estados Unidos), cayeron por debajo de cero por primera vez en la historia, llegando incluso a aproximadamente -37 dólares por barril.
Pero más allá de episodios concretos, vamos a abordar cómo la variación en el precio de este hidrocarburo puede afectar a la inflación general de las economías, lo que da una buena medida de la relevancia del petróleo como fuente de energía y como materia prima.
El mecanismo, es muy sencillo y casi automático, ya que al subir los precios del petróleo los costes de producción y transporte también aumentan, algo que en aras de la preservación de la rentabilidad de la actividad (o al menos de parte de ella) se traslada al precio de venta de los productos o bienes destinados a los consumidores finales u otras empresas.
Precisamente para acabar con esa espiral inflacionaria, los bancos centrales que son los entes regulatorios en materia monetaria, suelen optar por encarecer el precio del dinero, como están haciendo en la actualidad sin ir más lejos, algo cuya repercusión más directa es el encarecimiento de las hipotecas de quienes la tienen vinculada al índice Euribor, si hablamos de España u otro país comunitario. Pero que más allá de esto tiene un efecto negativo general sobre la economía al enfriarla y retraer su crecimiento, con todo lo que esto conlleva.
En cambio, un descenso en el precio del petróleo puede aliviar estas presiones inflacionarias, y permitir que los bancos centrales (Reserva Federal en Estados Unidos, Banco Central Europeo, Banco de Inglaterra, etc.) reduzcan los tipos de interés para estimular el crecimiento económico.
Asimismo, como es sabido la posesión de reservas u otros hidrocarburos es otro factor clave en la evolución de la balanza comercial cuando sube el precio del petróleo. Así, los países productores tienden a incrementar sus superávits, mientras que los importadores acaban experimentando acentuados déficits, que pueden acabar repercutiendo en el PIB y en la evolución de indicadores clave como el desempleo.
Este fenómeno suele afectar sobre todo a los países europeos y a Japón, ya que son altamente dependientes de los hidrocarburos. De ahí, que en Europa y en otras zonas carentes tanto de petróleo como de gas natural, teniendo en cuenta también criterios de sostenibilidad, se esté apostando por impulsar el uso de otras fuentes de energía renovables, limpias y sostenibles como la energía solar, eólica e hidroeléctrica.
Dado que las fluctuaciones de la cotización del petróleo alteran la distribución mundial de la riqueza, esto puede resultar una fuente potencial de conflictos entre los países productores y los importadores de este recurso. Asimismo, al poderse modular el precio del petróleo en función de la producción, los primeros tienen un instrumento que les permite inclinar el tablero a su favor, lo que supone un factor de desestabilización, como se puso de manifiesto en situaciones como la vivida en la crisis de 1973, cuando la entonces denominada OPEP acordó disminuir drásticamente el flujo de barriles de petróleo hacia occidente.
Así, vemos que el precio del petróleo tiene una influencia muy significativa en la economía global, al afectar a una amplia variedad de aspectos, que van desde la inflación y el crecimiento económico hasta la propia estabilidad geopolítica.
Por ello, muchos países tratan de reducir su dependencia del hidrocarburo, buscando fuentes de energía y materias primas que puedan generarse de manera autosuficiente, barata, limpia y sostenible.
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