El pasado 5 de octubre, la tranquila ciudad de Calahorra (La Rioja) se vió sacudida por un incidente que, más que una nota de color, parecía sacado de una película de comedia surrealista. Un cántabro de 44 años se convirtió en el inusitado protagonista de una escena que, en cualquier otro contexto, hubiera sido hilarante. Sin embargo, en el mundo real, las acciones de este individuo representaron una clara violación a la seguridad vial. Esta historia, digna de una secuela de ‘Resacón en Las Vegas’, nos muestra una sucesión de despropósitos que tuvieron como epicentro las calles calagurritanas.
Un encuentro inesperado
La tarde del incidente, el hombre en cuestión se presentó en las dependencias policiales de Calahorra con un claro estado de embriaguez. Según relata la fuente original de nuevecuatrouno.com, el cántabro llegó a la comisaría exhalando un «fuerte olor a alcohol», manifestando a los agentes que no recordaba dónde había aparcado su vehículo. Tras ser advertido por los agentes de que no debía conducir en ese estado, el hombre decidió retirarse de la comisaría.
De mal en peor
Sin embargo, la trama se complicó apenas cuarenta minutos después, cuando un agente que regulaba el tráfico en las cercanías del Colegio San Agustín, observó cómo un vehículo infringía la señal de circulación prohibida en la Avenida de la Estación. Al darle el alto, descubrió que se trataba del mismo individuo que anteriormente había visitado la comisaría. La prueba de alcoholemia realizada arrojó una tasa de 1,11mg/l y, para añadir más leña al fuego, el test de drogas dio positivo en cocaína.
Un despertar en las nubes
Si la historia parecía sacada de una película, el desenlace no iba a ser menos. Al día siguiente, el cántabro se presentó nuevamente en las dependencias policiales, esta vez con una escena que parecía más propia de un film de Fellini: el hombre se tumbó en el jardín exterior de la comisaría, mirando al cielo pensativamente. Después, se dirigió a un agente para inquirir sobre un vehículo aparcado irregularmente en la Plaza Juan de Jesús María, vehículo que, en una vuelta de tuerca surrealista, resultó ser el suyo.
La trama alcanzó su clímax cuando se descubrió que el hombre había retirado su coche del depósito municipal sin autorización y lo había aparcado sobre la acera. Una segunda prueba de alcoholemia reveló una tasa de 0,95 mg/l. Para cerrar el círculo, las cámaras de vigilancia corroboraron que fue el propio detenido quien aparcó su coche en la acera, antes de declarar sus actos al policía de guardia en la comisaría.
Reflexiones sobre un caso que trasciende lo ordinario
Esta cadena de desaciertos, más que una simple anécdota, pone en relieve la importancia de la responsabilidad al volante y las consecuencias que la falta de esta puede acarrear. La seguridad vial es un tema que nos concierne a todos y casos como el del cántabro en Calahorra nos recuerdan, con un toque de surrealismo, la seriedad de este asunto.