Yo he visto cosas en Fitur que vosotros no creeríais: viejas atacando croquetas en llamas más allá de Orión y discursos que podrían oscurecer la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos no se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia… Es hora de contar.
El Gobierno de Cantabria volvía a organizar su famosa “cena de los poderosos” el día antes de celebrar el día de la región en esta edición número 36 de la Feria Internacional de Turismo. Todo es fiesta en Fitur. Y folletos. Llueven más folletos en Ifema que gotas de agua en Cantabria. La oposición criticó con saña el gasto en el evento mientras que los gobernantes se centraron en alabar el escaso coste que había tenido el evento… Las dos Cantabrias. Allí estaban ambas en amor y compañía. Nunca falta nadie a Fitur, aunque sea para criticar.
Se recortó tanto en la cena que el comentario fue que todos se fueron con hambre para el hotel. El picoteo de pie es lo que tiene. Se pelea más por el canapé que en Mad Max por la gasolina. Mucho gasto o poco, si obtienes repercusión con la famosa gala nunca dejará de ser una inversión. Incluso cuando se pagaban miles de euros… Cantabria aparecía al día siguiente en las portadas de los principales diarios de España porque aquellas cenas parecían un consejo de ministros nocturno. Ahora, algunos periódicos prefieren sacar a las tortugas ninjas, a las que por cierto, no vi por Fitur. Un feria que tiene algo de marciano, aunque sin llegar a los niveles de Arco.
Efectivamente, los asistentes a la cena de Cantabria debieron salir con un hambre atroz… Tanta, que al día siguiente hubo codos para agarrar algún bocado. Unas señoronas envueltas en pieles y berreando más que Chewbacca rodearon a un joven camarero… El pobre no debía saber si estudiaba en la escuela de hostelería o en la de veterinaria en el Parque de Cabárceno. Las veteranas felinas, ansiosas, estuvieron a punto de volcar la bandeja como si fuera un camión cargado de frutas en la frontera con Francia. Después del zarandeo murieron dos croquetas, que mientras agonizaban me miraron tristes desde el suelo. Luego voló una copa de vino. La guerra del turismo. Otro camarero, harto de aquella selva de manos que tenía que atravesar sin machete, les llamó la atención a las emperifolladas señoras de la alta hidalguía montañesa. Disuélvanse.
Antes hubo aglomeraciones para ver a Miguel Ángel Revilla. Si llega a llevar una bolsita de anchoas en la mano le hubieran arrollado… Los discursos que hace años hacían mucha gracia ahora son como la empanadilla de Martes y Trece. El revillismo ha muerto. Viva el revillismo. El presidente sigue teniendo un tirón mediático incuestionable. Las mujeres de los visones aplaudían con ganas. Aplaudirían a cualquiera que les prometiera una croqueta después.
En el maremágnum de Fitur es complicado llamar la atención. Ganarse un pequeño espacio es más complicado que en una zona de la NBA. Así que nada más sorprendente que un eslogan publicitario que te deje con la boca abierta. El de Botswana me robó el corazón: “De luna de miel… a tejón en la miel”. Compongan la imagen que quieran, todo muy animal. ¿Qué carajo evoca este lema? ¿Es el viaje de novios igual que un tejón comiendo miel? Luego las viejas matan por unas croquetas y nos llevamos las manos a la cabeza. Yo saboreaba miel al pie de las colinas, al pie del stand de algún país de África. Fitur 2016 cerró sus puertas con el mayor número de visitantes de su historia. Menos mal que no todos fueron a por las croquetas made in Cantabria.
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